martes, 28 de agosto de 2012

.. sleeping beauty


Era la única manera que tenía de escapar de la realidad. Dormir. No despertar hasta que el viento del norte hubiere calmado su furia, hasta que se marchitare la niebla en poniente. Cuando cerraba los ojos todo era diferente. Seguía habiendo dolor, pero era tan etéreo que cuando despertaba ya no era capaz de recordar las espinas punzando su piel. Dormía diez horas durante el día, once horas durante la noche, permitiéndose descansar acaso tres horas para contemplar el amanecer. Y es que era precisamente al alba cuando decidía si despertar de su letargo o continuar escondida entre la vigilia de un sueño tan largo como los límites del propio universo. Eran las primeras luces del día las que traían a su alma el brillo de la esperanza, la victoria de la vida y la derrota de su oscuridad. Mas nunca era eterno. Aquella poderosa y magnífica esfera dorada continuaba su camino, como cada día, a través de la línea del firmamento. Y terminaba desapareciendo. Siempre. Para entonces, ella procuraba no estar observando, permaneciendo en la ilusión que sus pupilas encerraban bajo sus párpados. Jamás vio un atardecer. Nunca supo cómo era el brillo de la luna, la gracia de las estrellas, el descanso de los días. Contemplaba el amanecer, y se dormía. Y aún después seguía contemplando el amanecer.