Gracias. Sí, gracias. Porque me dejaste lo más valioso de todo: la experiencia. Ya no importa que hubieras sido tú el que te marcharas, y tampoco que hubiera sido yo la que se despidiera. Lejos quedan ya los rencores, las rencillas, las discusiones, la ira, el dolor, el arrepentimiento, la soledad, la sed de venganza. No podía ser, y no fue. Mas aunque hubiera podido ser, tampoco las cosas habrían sido de otra manera. No creo en el destino y no creo en la casualidad. Causa y efecto, éso es lo que empuja mi vida a nuevas formas de rechazo.
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