martes, 28 de agosto de 2012

.. sleeping beauty


Era la única manera que tenía de escapar de la realidad. Dormir. No despertar hasta que el viento del norte hubiere calmado su furia, hasta que se marchitare la niebla en poniente. Cuando cerraba los ojos todo era diferente. Seguía habiendo dolor, pero era tan etéreo que cuando despertaba ya no era capaz de recordar las espinas punzando su piel. Dormía diez horas durante el día, once horas durante la noche, permitiéndose descansar acaso tres horas para contemplar el amanecer. Y es que era precisamente al alba cuando decidía si despertar de su letargo o continuar escondida entre la vigilia de un sueño tan largo como los límites del propio universo. Eran las primeras luces del día las que traían a su alma el brillo de la esperanza, la victoria de la vida y la derrota de su oscuridad. Mas nunca era eterno. Aquella poderosa y magnífica esfera dorada continuaba su camino, como cada día, a través de la línea del firmamento. Y terminaba desapareciendo. Siempre. Para entonces, ella procuraba no estar observando, permaneciendo en la ilusión que sus pupilas encerraban bajo sus párpados. Jamás vio un atardecer. Nunca supo cómo era el brillo de la luna, la gracia de las estrellas, el descanso de los días. Contemplaba el amanecer, y se dormía. Y aún después seguía contemplando el amanecer.

sábado, 18 de agosto de 2012

.. my right my faith


Es difícil, claro que es difícil, pero si fuera de otra manera no sería divertido. ¿Cuál sería el sentido de saber exactamente hacia dónde nos dirigen las decisiones que tomamos? Si todo fuera perfecto, el hombre no tendría su razón de ser. Las criaturas imperfectas han de cometer errores, y más allá de eso saber comprenderlo y aventurarse a rectificarlo. El problema reside en el justo momento en que no sabemos si nos hemos equivocado o, aun sabiéndolo, desconocemos en qué hemos fallado. Es entonces cuando nuestra mente se bloquea, nos detiene en el centro de esa encrucijada a la que tendremos que dotar de significado y de la que, tarde o temprano, deberemos salir. Y en un instante, todo parece ponerse en tu contra. Tu propia sombra te acusa, te engaña y te juzga. Tú, indefenso, haces lo que mejor sabes hacer: temer, temblar, huir, pero nunca dar del todo la cara. ¿Y quién sabe si es que no sea eso lo que realmente debas hacer? ¿Y qué importa, realmente? No puedo hacer yo nada si has de ser tú el que deba echar la mirada al pasado y rectificar los pasos que nos hundieron en el barro oscuro. 

sábado, 4 de agosto de 2012

.. enter


A 04/08/2012 con 9,00 MB en 00:10:11, 39 kbps enviados, 111 bps recibidos. 2 redes Wi-Fi disponibles. 451 GB de memoria en la unidad de disco duro, usando 71.899.271.168 bytes. Iniciando actualización. Buscando... Descargando los ficheros... 00:34 min de tiempo transcurrido. 00:02 min de tiempo restante, a una velocidad de 217,0 KB/s. Equilibrando coeficiente intelectual... Combinando relaciones sociales... Activando personalidad... Adaptando aprendizaje... Generando modo de conducta... Identificando errores...  Reequilibrando conocimientos... Calculando cantidad de oxígeno en sangre... Corrigiendo fallos... Desconectando reacciones emocionales... Rastreando existencia de vida cognitiva... Creando inventario... Activando receptores de código binario... Almacenando datos... 

Procesando... 
Proceso completado. 

miércoles, 1 de agosto de 2012

.. the werewolf


No tenía ninguna manera de saber que eran ésos los ojos que habían estado contemplándola desde la oscuridad. Pero lo sabía. Aquella tarde había anochecido demasiado pronto, y la crueldad de las penumbras no había tardado en desorientar sus ya confundidos pasos. Ella se dejó arrastrar por el viento gélido y las incógnitas heladas. Arrebujada bajo su capucha, buscaba, temía, temblaba. A su alrededor, todo parecía tener el aspecto de siempre y, sin embargo, las ramas de los árboles parecían apuntar a la dirección equivocada, y las piedras en el camino parecían demasiado numerosas para que la sabia naturaleza las hubiera dejado caer por azar. Entre penumbras, los pájaros aún cantaban, despacio, quedo, guiando al espíritu hacia la dirección que nunca la razón llegó a tomar. La luna llena se reía grotescamente de las criaturas que contemplaban su brillo para alumbrarse, escondiéndose detrás de las más opacas nubes para burlar a la luz. Ella levantaba el farol en alto, sin otra intención que la de no tropezar una vez más con las gruesas raíces de las plantas ya secas. Insectos, búhos, tejones acudían a la llamada calurosa de la llama prendida. Y algo más...