Escóndete. Rápido, antes de que alguien pueda verte. Sumérgete en las aguas más profundas y mantén la respiración hasta que tu cuerpo no pueda soportar la presión de la gélida realidad. Bucea, y no te detengas hasta tener la certeza absoluta de que el aire del exterior es tan puro como lo creyó la fantasía de tu imaginación. Ocúltate, como has hecho hasta ahora, como siempre has hecho, como siempre hiciste, como siempre harás. Huye de los golpes con los que la misma tierra pretende derribarte. Mantente apartada de todo aquello que no sean tus pequeñas burbujas de inocencia. Jamás te atrevas a encontrar el valor de ser valiente mientras la nobleza, la ingenuidad y la desesperanza se hunden con tu propia esencia. No busques caminos, no encuentres finales, y sencillamente deja que la corriente de emociones te arrastre hasta formar con tu espíritu las ondas que habrán de besar el cálido suelo del límite de tus quimeras. No olvides gritar cuando estés preparada para afrontar la segunda parte, la que atraviesa con la velocidad de las gotas de lluvia los mundos que no cesaste de intentar proteger con tu marcha. Cuando regreses a la vida, recuerda que siempre podrás volverte a esconder.
1 comentarios:
eres increible escribiendo, muy sutil :))
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